y luego, después de esto, dijo a sus discípulos: —Vamos a Judea otra vez.
Le dijeron sus discípulos: —Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
Respondió Jesús: —¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo.
Pero si uno camina de noche, tropieza porque no hay luz en él.
Habiendo dicho estas cosas después les dijo: —Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy para despertarlo.
Entonces dijeron sus discípulos: —Señor, si duerme, se sanará.
Sin embargo, Jesús había dicho esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposo del sueño.
Así que, luego Jesús les dijo claramente: —Lázaro ha muerto;
y a causa de vosotros me alegro de que yo no haya estado allá, para que creáis. Pero vayamos a él.
Entonces Tomás, que se llamaba Dídimo, dijo a sus condiscípulos: —Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Cuando llegó Jesús, halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios,
y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.
Entonces cuando oyó que Jesús venía, Marta salió a encontrarle, pero María se quedó sentada en casa.
Marta dijo a Jesús: —Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero ahora también sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: —Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: —Yo sé que resucitará en la resurrección en el día final.
Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Le dijo: —Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó en secreto a su hermana María, diciendo: —El Maestro está aquí y te llama.
Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a donde él estaba;
pues Jesús todavía no había llegado a la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
Entonces, los judíos que estaban en la casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se levantó de prisa y salió, la siguieron, porque pensaban que iba al sepulcro a llorar allí.
Luego, cuando María llegó al lugar donde estaba Jesús y le vio, se postró a sus pies diciéndole: —Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.