Así que le decían: —Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: —Lo mismo que os vengo diciendo desde el principio.
Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de parte de él, esto hablo al mundo.
Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
Entonces Jesús les dijo: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; sino que estas cosas hablo, así como el Padre me enseñó.
Porque el que me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.
Mientras él decía estas cosas, muchos creyeron en él.
Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Le respondieron: —Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Llegaréis a ser libres"?
Jesús les respondió: —De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado.
El esclavo no permanece en la casa para siempre; el Hijo sí queda para siempre.
Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.