Después de esto, él descendió a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí no muchos días.
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Halló en el templo a los que vendían vacunos, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados.
Y después de hacer un látigo de cuerdas, los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los vacunos. Desparramó el dinero de los cambistas y volcó las mesas.
A los que vendían palomas les dijo: —¡Quitad de aquí estas cosas y no hagáis más de la casa de mi Padre casa de mercado!
Entonces se acordaron sus discípulos que estaba escrito: El celo por tu casa me consumirá.
Los judíos respondieron y le dijeron: —Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras?
Respondió Jesús y les dijo: —Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Por tanto los judíos dijeron: —Durante cuarenta y seis años se construyó este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
Por esto, cuando fue resucitado de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto y creyeron la Escritura y las palabras que Jesús había dicho.
Mientras él estaba en Jerusalén en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al observar las señales que hacía.
Pero Jesús mismo no confiaba en ellos, porque los conocía a todos,
y porque no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que había en el hombre.