Porque si pecamos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado,
sino una horrenda expectativa de juicio y de fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios.
El que ha desechado la ley de Moisés ha de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha considerado de poca importancia la sangre del pacto por la cual fue santificado y que ha ultrajado al Espíritu de gracia?
Porque conocemos al que ha dicho: "Mía es la venganza; yo daré la retribución." Y otra vez: "El Señor juzgará a su pueblo."
¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!
Traed a la memoria los días del pasado en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis gran conflicto y aflicciones.
Por una parte, fuisteis hechos espectáculo público con reproches y tribulaciones. Por otra parte, fuisteis hechos compañeros de los que han estado en tal situación.
También os compadecisteis de los presos y con gozo padecisteis ser despojados de vuestros bienes, sabiendo que vosotros mismos tenéis una posesión mejor y perdurable.
No desechéis, pues, vuestra confianza, la cual tiene una gran recompensa.
Porque os es necesaria la perseverancia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido;
porque: Aún un poco, en un poco más el que ha de venir vendrá y no tardará.
Pero mi justo vivirá por fe; y si se vuelve atrás, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.