A la verdad, el mandamiento anterior fue abrogado por ser ineficaz e inútil,
porque la ley no perfeccionó nada. Sin embargo, se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
Y esto no fue hecho sin juramento.
Los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, mientras que éste lo fue por el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: "Tú eres sacerdote para siempre."
De igual manera, Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior.
A la verdad, muchos fueron hechos sacerdotes, porque debido a la muerte no podían permanecer.
Pero éste, porque permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo.
Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos.
Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, puro, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos.
El no tiene cada día la necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La ley constituye como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituyó al Hijo, hecho perfecto para siempre.