Y sucedió después de estas cosas, que la mujer de su señor puso sus ojos en José y le dijo: —Acuéstate conmigo.
El rehusó y dijo a la mujer de su señor: —He aquí que mi señor, teniéndome a mí, no se preocupa de nada de cuanto hay en la casa. Ha puesto en mis manos todo cuanto tiene.
No hay otro superior a mí en esta casa; y ninguna cosa se ha reservado, sino a ti, porque eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría contra Dios?
Sucedió que ella insistía a José día tras día, pero éste no le hacía caso para acostarse con ella, ni para estar con ella.
Y sucedió que él entró un día en la casa para hacer su trabajo, y ninguno de los hombres de la casa estaba allí en casa.
Entonces ella le agarró por su manto, diciendo: —Acuéstate conmigo. Pero él dejó su manto en las manos de ella, se escapó y salió afuera.