Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo diciendo: "Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas.
Con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los que habitan en la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación."
Me llevó en el Espíritu al desierto. Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos.
La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada con oro y piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de las impurezas de su inmoralidad.
En su frente estaba escrito un nombre, un misterio: "Babilonia la grande, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra."
Vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de Jesús. Al verla, quedé asombrado con gran asombro.