Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.
Elías era un hombre sujeto a pasiones, igual que nosotros, pero oró con insistencia para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
Y oró de nuevo, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Hermanos míos, si alguno entre vosotros es engañado, desviándose de la verdad, y otro le hace volver,
sabed que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará su vida de la muerte, y cubrirá una multitud de pecados.