Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y a las autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos para toda buena obra;
que no hablen mal de nadie, que no sean contenciosos sino amables, demostrando toda consideración por todos los hombres.
Porque en otro tiempo nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados. Estábamos esclavizados por diversas pasiones y placeres, viviendo en malicia y en envidia. Eramos aborrecibles, odiándonos unos a otros.
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor por los hombres,
él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo,
que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Y esto, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Fiel es esta palabra. Acerca de estas cosas, quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.