Por eso, siempre habré de traeros estas cosas a la memoria, aunque vosotros las sabéis y estáis afirmados en la verdad que está presente en vosotros.
Pero considero justo estimularos la memoria entre tanto que estoy en esta mi morada temporal.
Pues como sé que dentro de poco tengo que dejar mi frágil morada, como me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo,
también procuraré con empeño que, después de mi partida, vosotros podáis tener memoria de estas cosas en todo momento.
Porque os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque fuimos testigos oculares de su majestad.
Porque al recibir de parte de Dios Padre honra y gloria, desde la grandiosa gloria le fue dirigida una voz: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."
Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo.
También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Hacéis bien en estar atentos a ella, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la mañana se levante en vuestros corazones.
Y hay que tener muy en cuenta, antes que nada, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada;
porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo.