Habiendo purificado vuestras almas en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, amaos los unos a los otros ardientemente y de corazón puro;
pues habéis nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece.
Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae;
pero la palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la palabra del evangelio que os ha sido anunciada.
Habiendo pues dejado toda maldad, todo engaño, hipocresía, envidia y toda maledicencia,
desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación;
puesto que habéis probado que el Señor es bondadoso.