No nos recomendamos otra vez ante vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, con el fin de que tengáis respuesta frente a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.
Porque si estamos fuera de nosotros, es para Dios; o si estamos en nuestro juicio, es para vosotros.
Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron.
Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación:
que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!
Al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.