El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en verdad—y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad—
a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre:
La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estarán con nosotros en verdad y amor.
Me alegré mucho al hallar de entre tus hijos quienes andan en la verdad, conforme al mandamiento que hemos recibido del Padre.
Y ahora te ruego, señora, no como si te escribiera un nuevo mandamiento, sino el mismo que teníamos desde el principio: que nos amemos unos a otros.
Y éste es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento en que habéis de andar, como habéis oído desde el principio.
Porque muchos engañadores han salido al mundo, quienes no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne. Tal persona es el engañador y el anticristo.
Mirad por vosotros mismos para que no perdáis las cosas en que hemos trabajado, sino que recibáis abundante recompensa.
Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina, éste tiene al Padre y también al Hijo.
Si alguien va a vosotros y no lleva esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis: "¡Bienvenido!"
Porque el que le da la bienvenida participa de sus malas obras.
Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no he querido comunicarlas por medio de papel y tinta. Más bien, espero estar con vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea completo.